viernes, noviembre 30

Mi muy amada hija


19:45 horas. Viernes 30 de Noviembre del 2007. Hace exactamente cuatro minutos, desde la voz delgada y casi temblorosa de mi compañera, surge una frase que ha hecho que este día sea peor. Que la Lorenza pregunta si se puede delinear los ojos...

Santiago de Chile. Un padre, altamente angustiado, se refugia en el cuarto del computador para vaciar toda su ansiedad apretando rabiosamente cada tecla del teclado añoso de su también añoso computador. Hasta esta tarde, el padre, identificado solo por las iniciales C.A.S.G. había tenido que digerir tristemente que su amada hija de apenas 10 años tuviese hoy su primera fiesta. Sí, su primera FIESTA.

Todo esto comenzó cuando, hace poco más de 10 años, llegaba yo a casa, de noche, luego de un partido de la U en el estadio nacional. La cara de mi compa no era la habitual, esperó a que yo transmitiera torpemente los detalles del partido -esos partidos de mitad de semana- para finalmente decirme que íbamos a ser PADRES. ¿Cómo sabe uno exactamente de qué se trata eso?, si bien la veníamos buscando, había costado un poco y luego el embarazo no fue ni remotamente una tasa de leche.

Antes de conocer a mi compañera, hubo un tiempo largo en que jamás pensé que podría llegar a ser padre. Soy de una generación política marcada por la derrota en todos los campos. Vencidos en lo social, en lo cultural. Vencidos en lo político y vencidos también en lo militar, una parte significativa de nuestra identidad se fue escribiendo entre paisajes fúnebres y una triste vocación por una expectativa de vida demasiado corta...¿llegar a los veinte?....¿ser un anciano de treinta?. Quizá por todo esto es que, cuando supe que sería padre, instuí que hasta ese momento no había enfrentado nada que se pareciera, experto en el manejo de productos y subproductos de la muerte ¿cómo se comporta uno frente a escenario que solo hablan de Vida?.

Cuando supe que sería padre, cuando la ví nacer, cuando la tuve por primera vez en mis brazos y lloré largamente ante ella, no lloraba ni por ella ni por mí, lloraba por esa misma circunstancia arrebatada a tantos otros que no llegaron a ver nada parecido a lo que veía yo ante mis ojos. Esa criatura pequeña, frágil y hermosa no solo era mi hija.... ahí lo comprendí todo, era por sobre todo la Victoria que hasta ese momento la Historia me había negado. Todo el paisaje fúnrebre, la consigna de cementerio, el luto administrado por siglos.... todo eso, de pronto quedaba atrás, de pronto era borrado por la mirada perdida de esa Lorenza que llevaba apenas unos minutos en este mundo. Era mi hija una violenta fuerza redentora, me venía a quitarme la torpe idea de que el derecho a la vida por el cual venía luchando por años era también aplicable a mí. Y comencé a vivir intensamente mi vida. Nunca antes fui tan feliz. Nunca antes pensé que podía llegar a ser tan inmensamente feliz.

Hemos vivido los muchos primeros días de nuestra hija: el primer día sin pañales (pedazo de alivio), el primer día con todos sus dientes, el primer día de jardín, de kinder, de primero básico, de segundo, de tercero, de cuarto y de quinto. El primer día de la bici sin rueditas chantas a los lados. El primer día de un Chile sin más Pinochet, bailando en la Plaza Italia con otros miles. El primer día de los campamentos de Planeta Luchín, las marchas de Planeta Luchín. El primer día de todas las casas y departamentos enque hemos vivido. El primer día triste sin su Opa.

Esta tarde tengo mi otro primer día: su primera fiesta remarcadamente fiesta, de esas que comienzan a las ocho y que la tendrá de vuelta a medianoche...de esas por supuesto en que lo último que querría ella es que uno de nosotros nos acercáramos para preguntar bobamente "¿como va todo hija?".... suerte que la fiesta es en la casa vecina a la nuestra.

Al final, cuando hace un rato vino para despedirse, le pregunté que porque no se había delineado los ojos, y me dijo que porque no había querido... ¿habrá sido una prueba?.






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